sábado, 24 de octubre de 2009

Apología de la lavadora

Yo espero que empiece la lavadora. Yo, no sé si en vano, espero que esta luz roja encendida dé lugar a una especie de movimiento interno, el Dios de las máquinas sabrá cuál, que se transforme en ruido. La plasmación de lo incesante. La representación torbellino: primero, lento, luego más rápido, y así hasta llegar al Gran Torbellino sin principio ni final, verdaderamente incesante, que podría arrastrar consigo a cualquier pensamiento insuficientemente arraigado, costroso, inútil. La lavadora mental.

En esta situación de distanciamiento de todo lo mundano y metafísico, la lavadora en un plano neutro, exceptuada de todo, se dispone a efectuar las últimas acciones puras. Las precisas, vitales. Las que sólo salen del propio entendimiento, de la cabina del piloto. (No es un piloto automático). Snoopy arriba en su casita levantando el vuelo (la lavadora convertida en casita volante o, lo que es lo mismo, la casita volante convertida en lavadora: lavadora y casita, juntas, en asociación, sobrevolando el espacio, en su particular percepción temporal. La temporización lavadora, interna, subjetiva -Kant-lavadora-, en su amplio despegue. Así, sobrevolando campos y ciudades, la lavadora-casita se eleva por encima de lo humano y lo divino -creación humana-, gestionando sus propios movimientos sin interferencias, sin walkie-talkie, sin pantallas.

El momento chill.

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