miércoles, 18 de noviembre de 2009

MANO

Si siempre fuera tan fácil como mirar adentro de nosotros y ver nuestro fondo perfecto que, en cuanto que fondo, es perfecto... O no. No existe la perfección ni la imperfección dentro de él. En él no hay valores. Ni nos hace bien ni mal. En él sentimos. Ni nos hace bien ni mal, sentir. Podemos sentir la puta mierda de todo lo que nos pasa junto sin colores. Esto es lo interesante. Sentir sin colores. Sin el rojo de la rabia o la pasión, sin el negro del miedo o el absurdo gris, sin el blanco de la paz... Una explosión sin colores o con todos los del mundo. En el fondo de la pecera no hay luz ni agua ni peces ni cajas ni recuerdos ni gritos ni caras. Nada... En el fondo no hay nada y es por eso que cuesta tanto llegar a él, y más quedarse en él; porque no podemos nombrarlo. Pero cuando se llega, se puede decir: "He tocado fondo", y hecharse a llorar, o "He tocado fondo", sí, y estoy orgullosa de ello. Porque otros estarán vivos y coleando, mientras yo, que iba viva y coleando, no sentía el fondo. Y, ahora, lo siento, y sé que todos los colores son secundarios. Y en el fondo se yergue la MANO. La Mano neutra, ni izquierda ni derecha, ni de Dios ni de nadie. LA MANO, así, en términos abstractos, y si se quiere, surrealistas -una gran manaza onírica- pero no es que quiera poner etiquetas. Ya lo he dicho. No hay nombres.
Me repliego en el fondo y subo a la mano como en un trampolín.
El resto es cosa de dejarse llevar.

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