sábado, 12 de febrero de 2011

Luna

Quisiera que todo el humo gris fuera de noche
una noche blanca y húmeda como tus pies al despertar del sexo.
Corren niños desnudos sudorosos borrachos y contentos en la noche,
se deshacen como párpados sin ojos,
hundiéndose en la clorofila estéril de esas plantas
que no regaste.

Son las seis y el reloj se queja por tus dudas.
La estampa que no elegiste.
Un millón de años en la espalda de la humedad sin noche sin colchón.
A una niña se le va cayendo poco a poco la cinta del pelo rubio y ondulado,
poco a poco hasta que se le cae del todo y queda tirada, fría en la avenida Tibidabo,
se ensucia de polvo (que no quitará ninguna sudamericana solitaria y bien educada).
Los niños siguen correteando por las calles y llegan hasta la playa.
No les deja pasar el mar, pero se quedan mirando

el infinito inalcanzable

La huída.

Dos reposan, abrazados.

La niña se abraza las rodillas debajo del vestido,
cierra
los párpados
guardando sus ojos,
como la luna, nunca se pierden,
aunque tuerza la cabeza, siempre mira de reojo,
indecisa pero presente.

La brisa lo envuelve todo.

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