viernes, 27 de noviembre de 2009

cuerdas

Todo es física, nada
es nada,
una palabra
palabras para decir física
para decir unos ojos mirando a otros ojos,
las paredes, las siempre cuatro paredes de un edificio
las plantas artificio de la ciudad
de esta universidad vaciada de contenido
donde la funcionalidad se descubre como el contenido vacío
de una caja
como un cuerpo desnudo tendiendo los brazos
buscando sólo sexo.
No soy Dorothy. No soy Dorothy.
Fisicalizar la física es verbalizarla.
No se la puede descomponer para ser observada
como un cuerpo de ternera al frío metal de un tablero de disección.

En palabras se van tus ojos
las paredes y las plantas
la ausencia arrincona la presencia
los trovadores se equivocaban:
el amor de lejos entra ahora en la centrífuga
girando a mil revoluciones por segundo

Al final del lavado sólo veo tu cara seca
sin atributos
sin palabras
no sé si es necesario tenderla en un poema.
Todo termina tendido de una cuerda en el tejado
como si la falsa rigidez de las cuerdas sirviera para contemplar una fotografía
la materialización del recuerdo
las cuerdas en su vaivén con el viento aguantando lo que queda de la materia
las cuerdas de la guitarra vibrando bajo mis dedos
fisicalizando
verbalizando
componiendo el verbo
descomponiendo la materia
pero tendiendo en ellas la vibración
donde siento los ojos y los edificios y las plantas y la ternera y el sexo y las palabras y el cielo cayendo en pedazos y los autobuses y los bólidos de la ciudad y la universidad y las cajas y el vacío
el vacío roto en pedazos
sentido en pedazos
en cada vibración.

martes, 24 de noviembre de 2009

la paleta del pintor

En el fluido cromático se determinan
(ironía)
nuevas clases de seres
que nunca han sido asignados como tales

la creación del hombre desde su paleta de pintor

(in)existencias al óleo
(en constante variación)

una sobreproducción del artista
en su irrefrenable búsqueda de la verdad
dentro de la obra

la verdad dentro de la obra
la mentira

506 cuadros
y ningún ser

sólo óleo
óleo por todas partes
el óleo saliéndosele de los bolsillos,
del trasero, de debajo de los ojos, de debajo de los pies, de las mangas,
en las paredes, por el suelo
sueños al óleo
autobuses, obuses, diarios, gente
al óleo

sábado, 21 de noviembre de 2009

Más apología de la lavadora (y de sus subespecies)

Hay distintos ruidos... El ruido del lavaplatos es más sincopado; el de la lavadora no, el de la lavadora es otro mundo, una simfonía entera. Estos ruidos que oímos sin necesidad de ser ciegos (y convertirnos en seres hipersensibles a los ruidos de la calle, a los mil ruidos que chocan con la percepción abierta al 100% de un invidente, como cuando de pequeños nos tapábamos los ojos y decíamos "¡No estoy!" oir, por ejemplo, dos señoras hablando de sus hijos, que ahora salen más, que nunca paran por casa, que tienen que preparar la cena; oir las motos de la calle y el silencio de la calle de repente sin motos; un carro de la compra siendo arrastrado; una persiana de alguna tienda que es bajada -ya son las nueve-; sentir el olor, también, de la tienda de tes). Andar por casa como ciegos. Lejos de la calle, de lo que solemos llamar vida o realidad. Otra realidad está en lo acuático de los lavados (del lavaplatos, de la lavadora), y de sus procesos cuyo funcionamiento casi nadie conoce, quizás ni el que diseñó la máquina, mucho menos el que la montó. Cabría preguntarse por quién o qué rige el mundo que se encuentra más allá de todo esto, del proceso de diseño y montaje de dichos autómatas de temporización interna, no sujetos al tiempo ni al destino, pero con sus misterios correspondientes a lo inexplicable del cambio: ruido, silencio, ruido más leve, otra vez silencio y, finalmente, el fin, como algo que ya estaba programado, como una cita de empresa o una maniobra como aparcar el coche o comprar el billete de metro e ir a trabajar. El cambio, en ello, en lo acuático doméstico de las máquinas: un misterio.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

MANO

Si siempre fuera tan fácil como mirar adentro de nosotros y ver nuestro fondo perfecto que, en cuanto que fondo, es perfecto... O no. No existe la perfección ni la imperfección dentro de él. En él no hay valores. Ni nos hace bien ni mal. En él sentimos. Ni nos hace bien ni mal, sentir. Podemos sentir la puta mierda de todo lo que nos pasa junto sin colores. Esto es lo interesante. Sentir sin colores. Sin el rojo de la rabia o la pasión, sin el negro del miedo o el absurdo gris, sin el blanco de la paz... Una explosión sin colores o con todos los del mundo. En el fondo de la pecera no hay luz ni agua ni peces ni cajas ni recuerdos ni gritos ni caras. Nada... En el fondo no hay nada y es por eso que cuesta tanto llegar a él, y más quedarse en él; porque no podemos nombrarlo. Pero cuando se llega, se puede decir: "He tocado fondo", y hecharse a llorar, o "He tocado fondo", sí, y estoy orgullosa de ello. Porque otros estarán vivos y coleando, mientras yo, que iba viva y coleando, no sentía el fondo. Y, ahora, lo siento, y sé que todos los colores son secundarios. Y en el fondo se yergue la MANO. La Mano neutra, ni izquierda ni derecha, ni de Dios ni de nadie. LA MANO, así, en términos abstractos, y si se quiere, surrealistas -una gran manaza onírica- pero no es que quiera poner etiquetas. Ya lo he dicho. No hay nombres.
Me repliego en el fondo y subo a la mano como en un trampolín.
El resto es cosa de dejarse llevar.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Mostres de "Hamlet Machine" de Heiner Müller

La Europa de la mujer



Fragments de la representació per Teatro 4M

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El diseccionador I

No paraba de repetirseme esto en mi mente: ¿Por qué escribes? Para que todo tenga sentido. Pero ¿Por qué? ¿Tiene sentido lo que escribes? Mmm... Sí. No. No sé. El sentido de ponerlo todo en orden, en un sentido. Pues mira... este personaje que quiere usar el bisturí para diseccionar realidades... Pues, verás, no es muy... ordenado, que digamos. Pues. ¿Por qué? ¿Por qué?

Vamos a trazar un mapa. Un mapa para situar todos los personajes con sus historias e interelaciones en un esquema. Nos será útil.

Pedro se levanta y destruye el escenario. El suelo lleno de manchas empieza a ponerse borroso. Se mueve despacio, casi imperceptiblemente. Pero se mueve. ¿Qué sentido tiene tal disposición de las manchas insalvables, incalcanzables? La vida como las manchas. Un caleidoscopio inútil. Pero, vamos, Pedro, sienta cabeza... Pedro no paraba de expirar aire. Intentaba concentrarse, tarea imposible, los papeles, todo, com sus pensamientos, demasiado abotargados. No quería nada ahora. Pero algo lo retenía en esa silla de su despacho de la calle Diputación.